Los expertos saben muy bien que los descalcificadores no siempre son adecuados para el agua potable de las viviendas. Cuanto más dura es el agua, más sodio liberan en ella. Ahora se sabe que esto no es saludable. Es muy fácil encontrar información sobre el agua contaminada con sodio, que aporta datos importantes sobre sus riesgos para la salud. El proceso de estos sistemas suele estar oculto. Funcionan de la siguiente manera: el calcio disuelto de forma natural, que lleva el sabor, se elimina del agua. El calcio que falta se sustituye ahora por el sodio (Na) de la sal (NaCl) y el cloruro (Cl) forma un compuesto con el calcio extraído, que se expulsa al medio ambiente o a las depuradoras. De este modo, el agua se altera químicamente, lo que no sólo puede aumentar los riesgos para la salud, sino también transformar el agua de buen sabor en una bebida poco apetecible. Además, no hay que olvidar que aproximadamente el 10% del agua potable se consume para enjuagar estos sistemas.

Cuanto más blanda es el agua, más agresiva se vuelve, lo que provoca la corrosión de las piezas que entran en contacto con el agua químicamente alterada. Esto también lo saben los profesionales, por lo que no debe instalarse en edificios donde haya tuberías de hierro galvanizado. El agua puede ser agresiva por varias razones: la cantidad de iones cloruro que contiene, el grado de acidez (cuanto más bajo es el pH, más agresiva se vuelve), o la reducción del contenido de calcio, y otros factores que también influyen entre sí.

Cada vez más, además de los aspectos sanitarios y corrosivos señalados anteriormente, hay una tercera consideración: para asegurar mejor el suministro de agua, cada vez más comunidades fusionan sus tuberías. Incluso dentro de los municipios, pero sobre todo en las ciudades, el agua potable se mezcla a partir de distintos depósitos. Esto hace que la dureza del agua varíe constantemente. Esto, sumado a lo anterior, provoca más problemas cuando se utilizan descalcificadores. Por regla general, éstos se ajustan a una dureza del agua determinada. Esto significa que siempre se elimina la misma cantidad de calcio del agua, aunque la dureza del agua cambie (normalmente debido a cambios estacionales). Los descalcificadores tendrían que reajustarse manualmente cada vez que cambiara la dureza del agua. Esto supondría un enorme esfuerzo y coste adicional, razón por la cual no se hace. Esta tecnología anticuada puede hacer que el agua se ablande tanto que se vuelva muy agresiva y, por tanto, corrosiva, o que, a pesar del sistema de ablandamiento, provoque calcificación.

Figura 1: Los intercambiadores de iones suelen ocupar mucho espacio y requieren instalaciones más complejas

Figura 2: Consumibles que contaminan el agua y el medio ambiente

Los costes de mantenimiento superan cualquier ventaja de precios

Por tanto, cabe preguntarse: ¿por qué algunos expertos siguen instalando este tipo de descalcificadores en edificios residenciales, ya que conocen perfectamente los problemas? Un punto importante aquí es, sin duda, que la instalación de un intercambiador de iones se hace apetecible por los fabricantes con atractivas condiciones financieras. Sin embargo, la ventaja financiera para el instalador no reside necesariamente en la venta de estos sistemas, sino más bien en los ingresos posteriores que se generan. Los sistemas de descalcificación se han vuelto cada vez más asequibles en los últimos años, también como argumento para que el propietario del inmueble obtenga una solución favorable. El propietario del edificio sólo recibe la factura, literalmente, en los años siguientes. Ésta consiste, entre otras cosas, en los trabajos de mantenimiento, el coste de las sales, el mayor consumo de electricidad, agua y aguas residuales y la sustitución del granulado cada 4 años. Como resultado, los instaladores y proveedores se benefician económicamente cada año. Esta parece ser una razón nada desdeñable para recomendar los intercambiadores de iones.

La dosificación permanente de sodio, la purga periódica del sistema, la sustitución de la resina artificial, todo ello conlleva también un mayor impacto en el medio ambiente y un mayor consumo de agua. Cada vez más propietarios, ya sean pequeños o grandes, buscan soluciones sostenibles. Por desgracia, la mayoría de las veces éstas no están directamente relacionadas con el diseño de las instalaciones. Además, la decisión de elegir una solución química también se ve influida por la publicidad intensiva y engañosa de los fabricantes. Al final, el cliente recibe un sistema que es lo contrario de lo que realmente quería.

Estos sistemas de alto mantenimiento también requieren mucho más espacio que las tecnologías modernas y sostenibles.

Entonces, ¿hay algún beneficio para el propietario?

Si ahora analizamos todo el asunto desde el punto de vista técnico y financiero, llegamos a la siguiente conclusión: Para los propietarios, pero también para los inquilinos, los sistemas de descalcificación no aportan ninguna ventaja o sólo ventajas menores. Si se comparan exactamente todos los parámetros, se llega inevitablemente a este resultado. Es cierto que las manchas de sodio en superficies oscuras, en mamparas de ducha o en sartenes son algo más fáciles de eliminar que las manchas de cal. No obstante, las desventajas superan claramente a los inconvenientes.

Entre otras cosas, hay que tener en cuenta que los descalcificadores no pueden romper las capas de cal existentes en las tuberías y/o calderas. Por lo tanto, son totalmente inadecuados para edificios antiguos o incluso para edificios de viviendas más nuevos que ya tengan las tuberías calcificadas.

Por último, la pregunta sigue siendo, ¿cómo consigo siquiera la información de las tecnologías alternativas mencionadas? La mayoría de ellas, por cierto, lo ideal es que no alteren la calidad del agua, su composición química ni su pH, además de ser contemporáneas, sostenibles y ecológicas.

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